CON ESTE CUENTO DAMOS LA BIENVENIDA A ESTE NUEVO CICLO ESCOLAR:
Tú eres especial”
Los WEMMICKS eran
gente pequeña hecha de madera. Cada wemimcks era diferente. Unos tenían grandes
narices, otros grandes ojos. Algunos eran altos y otros bajitos. Algunos usaban
sombreros, otros abrigos. Pero todos estaban construidos por un mismo artesano
y vivían en una preciosa villa.
Cada Wemmicks tenía una caja de etiquetas de estrellas
doradas y una caja de etiquetas de puntos negros. Todos los días ellos
realizaban la misma tarea: Al subir y bajar por las calles de la preciosa villa,
la gente empleaba su tiempo en pegarse etiquetas doradas o puntos negros.
Los más hermosos, aquellos construidos con madera pulida y
hermosos colores, siempre obtenían estrellas. Pero los que tenían su madera
áspera o la pintura desgastada recibían puntos grises. También los talentosos
obtenían estrellas…los que levantaban grandes garrotes sobre sus cabezas, los
que decían palabras bellas o cantaban hermosas canciones.
Sin embargo, otros, hacían pequeñas cositas y obtenían puntos
grises. Punchinello era uno de esos. Trataba de saltar alto, pero siempre se
caía y le ponían puntos grises. Su pintura se descascaraba y le ponían más
puntos grises. Trataba de explicar algo.. decía alguna tontería y recibía más
puntos grises. Después de un tiempo tenía tantos puntos grises feos que no
quería salir a la calle.
“Él merece montones de puntos” comentaba la gente, “Él no es
una buena persona de madera”, decían otros… después de un tiempo Punchinello
creyó lo que decían sus vecinos.
Hasta que un día él se encontró una “wemmicks” que era
diferente no tenía ni puntos grises ni estrellas doradas. Era puramente madera…
se llamaba Lucía y aunque sus vecinos trataban de pegarles puntos o estrellas
estos no se le pegaban.
-“Yo quiero de esa
manera”_ pensó Punchinello,- “no quiero marcas de nadie” así que le preguntó a
Lucía cómo hacía y ella le contestó: -“Es muy fácil, todos los días voy a ver a
Elí”
-¿Elí?
-“Sí, Elí el artesano.
Y me siento en el taller con él.”
Y dicho esto la
Wemmicks que no tenía etiquetas dio la vuelta y se alejó dando saltitos.
Punchinello después de mucho pensar, decidió ir a ver a Elí…entró
al taller y…sus ojos se abrieron desmesuradamente ante las cosas que veía. Tuvo
que estirarse sobre la punta de sus pies para mirar la altura de la mesa de trabajo.
Un martillo era tan largo como su brazo. Punchinello tragó saliva y entonces
escuchó una voz fuerte y profunda.
-“¿Punchinello?
¡¡¡Punchinello, qué bueno que has venido!!! Ven y déjame mirarte”.
Punchinello se volvió
lentamente y vio la gran barba del artesano.-¿Tú sabés mi nombre?, preguntó el
pequeño wemmicks.
-“Por supuesto que lo
sé, yo te hice. Elí se inclinó, recogió del suelo a Punchinello y lo puso sobre
la mesa de trabajo, lo miró y dijo “Mmmmm
parece que has recibido malas marcas”
-“No significan eso, de verdad, yo me esforcé mucho para no
recibirlas, E
“Oh no tienes que defender tus acciones ante mí muchacho. Yo
no me preocupo por lo que los demás wemicks piensan"
-“¿No te importa?”
-“No, y tu no deberías hacerlo”. El artesano habló suavemente
“Lo único importante es lo que yo pienso…Y
yo pienso que tú eres muy especial…las etiquetas únicamente se pegan si
tú permites que lo hagan, si son importantes para ti”.
Punchinello nunca había tenido a alguien que lo viera de esa
forma -mucho menos su creador- No sabía qué responder, aún no entendía muy
bien. Elí levantó a Punchinello y lo
puso en el piso, cuando salía por la puerta le dijo:”Lo vas a intentar, pero te
tomará tiempo…lo más importante es que confíes en mi amor y dejes de preocuparte
por tus etiquetas…por ahora, sólo ven a verme todos los días y RECUERDA: tú
eres especial porque yo te hice y yo no cometo errores.”
Punchinello pensó en su corazón: “Ahhh eso
explica por qué soy tan especial ante sus ojos” y al comprenderlo al fin…un feo
punto gris cayó sobre la tierra.
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